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Quienes lo padecen lo describen como punzante o «de tipo electrochoque». La cefalea por estímulos fríos fue bautizada como ‘cefalea del helado’ por el doctor Joseph Hulihan en 1997 en la revista British Medical Journal. Sea como fuere, es más común hacer referencia a este dolor como «cefalea por estímulos fríos», según apunta en su página web la Clínica Mayo. Desde Eroski Consumer explican en profundidad este curioso fenómeno.
Esta neuralgia afecta a casi una tercera parte de la población y parece ser más frecuente en personas que sufren migraña. Siempre ocurre, en todo caso, tras la ingesta de alimentos fríos, bebidas frías o, sobre todo, helados o granizados. El dolor es agudo y de corta duración, muchas veces en un solo lado de la cara, y afecta a la zona que rodea a los ojos, a la mejilla y a la parte baja de la cara.
¿Por qué se produce?
Existen diversas hipótesis para justificar este fenómeno aunque, tal y como se detalla desde la Universidad Johns Hopkins, «nadie está muy seguro de qué causa en realidad el dolor». Se mantiene una postura similar desde la Clínica Mayo. Sí se sabe que se produce por una combinación de la estimulación directa de nervios sensibles (como el trigémino) junto a la reacción al frío de los vasos sanguíneos que rodean la boca. Los doctores Selekler y Budak indicaron en 2004 (Eur Neurol) que el dolor guarda una estrecha relación con un fallo en el control de los mecanismos del dolor en las zonas afectadas.
Cómo combatir el dolor
Como en casi todos los trastornos, lo primero que se debe considerar es la prevención, que pasa por ingerir más despacio los alimentos fríos o por calentarlos un momento en la parte anterior de la boca antes de consumirlos. Una vez desencadenado el dolor, además de dejar de tomar el alimento frío de inmediato, y de esperar a que pase el malestar (desaparece en unos segundos o minutos), se puede intentar seguir algunas estrategias.
No cuentan con sólidas evidencias de eficacia pero, como no suponen ningún peligro, vale la pena probarlas. Una de ellas consiste en presionar la parte más profunda del paladar con la lengua, para calentar la zona. Otras posibilidades son beber un líquido que esté a una temperatura más elevada que el alimento o bebida que ha generado la cefalea, o respirar por la boca y sacar el aire por la nariz, para que el aire caliente la zona nasal. Sí es importante tener en cuenta, en cualquier caso, que, pese a que resulta una sensación muy desagradable, no reviste gravedad ni supone ningún peligro para el cerebro.
Desde un punto de vista dietético, la composición del líquido o del helado (más o menos cremoso, con azúcares o con edulcorantes) no reviste mayor importancia. Como se ha visto, no es necesario abstenerse de consumir helados. Basta con tomar las pocas precauciones antes descritas, siempre sin olvidar que los helados son alimentos con una alta densidad calórica y muy sabrosos, pero de escaso valor nutricional, por lo que es recomendable reservarlos para ocasiones especiales.