#EnNutsaTeVesYSientesBien
Los chocolates, algunos frutos secos o las papas fritas parecen drogas. Sabemos que engordan e, incluso, que nos revolverán el estómago, pero no podemos parar de comerlos. El motivo podría ser que, aunque con una intensidad mucho menor, comparten características con otras sustancias adictivas. De hecho, algunos estudios con ratones ya sugieren, por ejemplo, que comer algunas galletas tienen un efecto sobre el cerebro similar al consumo de cocaína.
Como sucede con las drogas, no todos los alimentos son igual de adictivos. Las comidas con azúcar, o con grasa suelen tener un potencial mayor que la lechuga o las pechugas a la plancha. La explicación está en el sistema de refuerzo del organismo, el mecanismo de aprendizaje que nos hace buscar todo aquello que es bueno para la supervivencia de nuestros genes, como la comida, el sexo o la posición social. Dentro de este sistema, cuando se tiene hambre, se busca una comida más calórica, como las que tienen azúcares o grasas, que satisfaga más rápido y con mayor intensidad.